sábado, 1 de octubre de 2016

Heroínas.





Me gustan esos días en los que me despierto y me siento como unas de las heroínas de mis libros. De hecho, de mayor quiero ser como una de ellas.No hablo sólo de las protagonistas de la novela, sino también de las amigas, las madres, las hermanas…

Para mí, las heroínas de los libros no son frágiles e inocentes, no; son mujeres fuertes y hermosas, independientemente de su aspecto físico. No parecen princesas, pero lo son. Mis chicas y mujeres son tozudas y ocurrentes, impulsivas y están un poco locas. Algunas tienen mal humor y otras son desconfiadas, pero todas son independientes. No necesitan que los héroes las salven, ni que el macho alfa les saque las castañas del fuego, ¡mis heroínas ya están entrenadas para hacer esas cosas! Tampoco necesitan un protector, sino un compañero, alguien que las apoye, alguien que las complemente. Y ellas también lo hacen con ellos.

Son mujeres guerreras, con carácter y mala leche cuando hace falta, ¡claro que sí! Unas más dulces y otras más ácidas. Pero para gustos los colores.
Mis heroínas son como mi madre, mi tía, mi abuela. Son reales y aunque cometen sus errores, consiguen volver loco al héroe que las merece… y si no lo hacen, pues no pasa nada. ¡Solas también están muy bien!

Me parecen mujeres increíbles, capaces de cualquier cosa: de triunfar, de pelear, de amar sinceramente a quienes ellas elijan. Por eso me gusta tanto despertarme y sentir que yo también soy un poco como ellas o al menos intento serlo. Que mi pelo es una locura, que hoy tengo un grano en la frente y que no tengo el horno para bollos, pero, ¿y qué? Lo importante va por dentro y no se ve con los ojos. 

Lo importante lo tienen ellas, todas y cada una de esas heroínas que mueven el mundo y que, afortunadamente, no sólo existen en mis libros.



V.M. Cameron.

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